04 febrero, 2013

"También el horóscopo es literatura"

Titulo: Las voces bajas
Autor: Manuel Rivas
Editorial: Alfaguara
Precio: 17,50 €

ISBN: 9788420411507 
Crítica del libro "Las voces bajas" de Manuel Rivas

Desde que leí El lápiz del carpintero —con la imagen de Fernando Fernán Gómez en la memoria—, Manuel Rivas es especial para mí, en cuanto a preferencias literarias. Después de algunos años —durante mi primer viaje a Asturias— leí una colección suya de relatos un poco antigua (Círculo de Lectores) y aprendí que en Galicia la magia y la melancolía son ingredientes básicos de la literatura. Más tarde me deslumbró su novela Los libros arden mal, ese himno doloroso a los derrotados de la Guerra. Escrito con un estilo fragmentario en la que es un poco difícil entrar, porque se sale del habitual modo de narrar, al que estamos acostumbrados.
Leyendo Las voces bajas he comprendido más y mejor el sustrato en que se apoya la esencia de la obra de Rivas. Creo que si resumiera su libro en la frase que titula este comentario no me equivocaría mucho: “También el horóscopo es literatura comprometida”.
Llegué a saludar a Manuel Rivas el 29 de septiembre de 2007. ¿Cómo tengo esa precisión? No es mi memoria. Es la fecha en que me dedicó Los libros arden mal.
Se trata de una curiosa dedicatoria. Fue durante el Hay Festival de ese año. A las afueras de la Iglesia de los Zuloaga o de San Juan de los Caballeros, la organización había

instalado una carpa bajo la cual los autores firmaban sus libros a quienes quisiéramos. Aquella tarde —gris y cálida— nos había hablado (a cuenta de la novela) de la memoria histórica. Y dijo algo que me impresionó y que repito siempre que puedo: “mientras este país navegue sobre una balsa de huesos sin identificar no habrá verdadera paz”.
La dedicatoria de los libros le llevaba tiempo. No entendí al principio por qué se demoraba con quienes hasta él acudían con uno o varios libros. Charlaba con sus lectores, pero no les miraba, sino que se enfrascaba en algo similar a un dibujo. Luego comprobé que era así.
Usaba dos plumas estilográficas para este menester. Las dos con carga de tinta azul, pero de tonos diferentes; uno de ellos verdeaba ligeramente. Al llegar mi turno, me preguntó el nombre. Lo escribió sin la tópica errata. Luego tomó la otra pluma, trazó una línea bajo la frase “A Amando”. Puso en horizontal el plumín y, como si fuera una espátula, pegada a la línea extendió una mancha de tinta (o eso parecía). No era una mancha uniforme: en uno de los extremos ocupa un centímetro y poco a poco adelgaza hasta desaparecer. Después, con la pluma en idéntica posición, más abajo, trazó dos líneas curvas que, vistas desde mi perspectiva, parecían el perfil de un huevo, al que cruzó con tres bandas paralelas entre sí. Como mis ojos estaban justo a la inversa, no entendía nada. Cerró la pluma y cogió la otra. Debajo del dibujo escribió algo muy breve, lo firmó y lo fechó. Durante el tiempo de esta operación estuvimos hablando de sus libros, de mi afición a escribir, me animó a continuar. ¿Qué me iba a decir?
Cuando me alejé unos metros, abrí la página y comprendí el dibujo, pero no entendí el sentido último de la única palabra que había escrito, además de mi nombre, la fecha y su firma. Había dibujado una barca varada en la arena y al fondo la línea del mar. La palabra que está escrita clarísima y con mayúsculas es RE-EXISTENCIA. Han pasado más de cinco años para que comprenda qué me decía en esa dedicatoria.
En el fondo, me parece, hablaba de lo mismo que habla en Las voces bajas. De hecho ‘re-existencia’ (o sea volver a la vida) es un término que aparece en este libro, en su parte final, la que dedica a rememorar las actividades de su hermana María antes de su prematura muerte. Es un término que, a la vez, fonéticamente se parece o suena similar a ‘resistencia’. Creo que el doble juego está presente en lo más profundo del libro.
Las voces bajas es un canto a la literatura, a la fuente o al manantial del que brota la literatura, agua de la que se nutre.
Más allá del argumento de la obra (las memorias del autor que abarcan desde la infancia hasta la juventud), al escritor le importa resaltar las razones y las influencias por las que él ama la literatura, los motivos que le fueron llevando desde las más tierna infancia (ese miedo primigenio: la visión de los cabezudos bajo el balcón de su casa) hacia la necesidad por contar, por explicar lo que a su alrededor sucede.
Uno descubre en alguno de los retratos de este libro antecedentes de carne y hueso que había transplantado a sus personajes. El más evidente —lo identifica con las mismas palabras— es su abuelo (el del lápiz del carpintero). Casualmente de quien menos habla en este libro, acaso porque ya le dedicó uno entero. Pero la escena de su padre músico a tiempo parcial, me ha traído a la memoria otro de sus cuentos dedicado a un músico saxofonista (véase la fotografía de la página 73 del libro, uno de cuyos fragmentos aparece en la hoja inferior derecha de la ilustración de la portada).
La vida como objeto de la literatura. La memoria, o los posos que la vida deja como arcilla literaria; quizá misterios o miedos clavados en lo hondo de la conciencia; o el misterio que late en lo cotidiano. Y, sobre todo, atender a lo que se dice o se canta en voz baja, lo que no se proclama a los cuatro vientos porque es un secreto o porque no conviene que determinados oídos oigan.
La verdadera literatura tiene poco que ver con lo evidente. En este sentido, creo, hay que entender el capítulo sobre a su etapa como meritorio en el Ideal Gallego. Y también como alabanza a lo que tiene de escuela literaria el periodismo. En más de una ocasión alude a la economía de palabras, a la expresión concisa, a la precisión en los términos.
Más que un libro de memorias —sin dejar de serlo— es un libro que indaga en los momentos de su vida que le conducen a la literatura; pero no a cualquier literatura, sino a la de la ‘re-existencia’ de las palabras, al convencimiento de que “también el horóscopo es literatura comprometida”, porque se puede hacer daño si se escribe a la ligera.

Comprar libro.

Crítica: Amando Carabias
Segovia, 19 - 20 de enero de 2013.

6 comentarios:

  1. Excelente análisis, Amando. Es evidente que la aproximación literaria de Manuel Rivas te es muy cercana y lo transmites de forma magistral.

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  2. Amando, ya habías puesto tu sapiencia literaria en el autor antes de proponer este libro en el club.
    Cada día que pasa tengo la sensación de haber leído y disfrutado más esta experiencia de leer la en conjunto "Las Voces Bajas"

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  3. Gracias por haber subido hasta el blog esta reseña.
    Sí, Manuel Rivas es autor querido por mí. Me gusta su estilo, aunque no siempre es fácil. Por ejemplo "Los libros arden mal".
    La lectura 'conjunta' es una experiencia muy enriquecedora.

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  4. Enhorabuena Amando por tu mirada. Ciertamente, esto de leer de forma conjunta es muy enriquecedor. Las voces bajas, al final tengo que reconocerlo, aunque en un principio me defraudó, ha quedado como un susurro o algo familiar haciendo ecos en mi memoria.

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  5. Gran escritor, tiene sensibilidad destilada en prosa poética maravillosa. Tuve la suerte de asistir a una conferencia suya y me dejó prendado con su surrealismo.
    Escribí esto sobre é hace algún tiempo:

    http://hoanghoat.blogspot.com.es/2010/06/manuel-rivas-el-poeta-surrealista.html

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